No
sólo de ilusiones vive el hombre
Según el escritor
norteamericano, Edgar Allan Poe, la base sobre la cual descansa la felicidad,
son tres cosas: la primera, la vida al aire libre, segunda, la ausencia de todo
tipo de ambición y la última, el amor de una mujer.
En el cancionero popular
latinoamericano, también se pueden encontrar referencias a la felicidad,
siempre basado en tres cosas: salud, dinero y amor. La salud y la platita, no
se tiran, el que tenga un amor que lo
cuide, dice la canción, muy conocida entre las personas mayores y no tan
mayores.
Traigo a colación lo
anterior, porque también en la “cáscara de banano” que es la política en
Honduras - muchos se resbalan en ella, pero también a la mayoría le resbala- se
requieren tres cosas para que un partido político pueda llegar a tener éxito,
hay otras, pero considero que las siguientes son las fundamentales sobre todo,
si se tienen pretensiones de novedad.
Primera, hay
que contar con una maquinaria electoral. Sin pecar de ingenuo, soy consciente
que ello requiere tiempo, y que los partidos llegan a tener una estructura
electoral competitiva cuando ha habido crecimiento electoral a nivel nacional,
cuando se ha accedido a cuotas de poder parlamentario, cuando se ha acumulado mucha
experiencia, cuando se cuenta con los cuadros suficientes y capacitados que la
hacen exitosa, cuando es capaz de cumplir objetivos y metas políticas y también, cuando se puede jugar con las
reglas propias y del adversario.
Los partidos más importantes del sistema
político en cualquier parte, cuentan con maquinarias electorales. Hay quienes
desde el prejuicio o el rechazo, consideran que
la parte electoral lleva a que se olviden otras dimensiones de la lucha
política, lo cual, en mi criterio, es un error por lo siguiente: una vez que se
entra a la lógica de la política competitiva sin importar la naturaleza del
partido o coalición de partidos y movimientos, la dimensión instrumental de la
política pasa a formar parte de la vida institucional y de la política práctica
de la organización, pues no existe otro mecanismo para legitimar y materializar
el poder que se alcanza por esa vía.
Por ejemplo, cuando se habla de “construcción de poder
popular”, tesis correcta por demás, en el fondo se trata de una forma
alternativa de hacer política que tiene
como elemento central, la participación del pueblo desde la base, pero ese
poder – que puede ser mucho o poco- requiere ser materializado como parte del
poder del Estado o del gobierno según sea el caso, es decir, “el poder
popular”, un día podría ser el poder oficial, el poder hegemónico o parte del
poder establecido y ello sólo puede ocurrir, a través de un proceso electoral.
Se podría objetar que no
solamente por medio de procesos electorales se puede materializar el poder, lo
cual es cierto, pero los únicos casos por lo que podría ocurrir son: por medio
de una revolución violenta, que destruye todo el poder y, por una conmoción
social, que sustituye ese poder, pero como ya se dijo, la argumentación
expuesta aquí, corresponde a la competencia en el marco de un sistema político.
Cuando se habla de
maquinarias electorales, se hace referencia a una estructura que formalmente se
expresa en órganos, instancias y funciones de un partido, pero que en la práctica
la podemos apreciar en: a) un determinado tipo de organización, b) un sistema
de recaudación y gestión adecuada de fondos, c) un amplio trabajo basado en el
voluntariado, d) personal especializado en temas como logística, publicidad,
transporte e informática, e) y por último, en la capacidad para atender el
momento más crítico de todo el proceso como es el día de la votación.
Algunas maquinarias electorales funcionan mejor
que otras, durante casi setenta años, el PRI mexicano fue considerado “la dictadura perfecta” entre otras cosas,
por contar con una maquinaria electoral digna de ser “envidiada”, las primeras
campañas electorales del PSOE en la España post franquista, se basaron sobre un
andamiaje electoral que pudo movilizar a la mayoría de las sociedad española a
su favor no obstante los largos años de clandestinidad, a lo que se sumó, una
mística en el trabajo político, tan necesaria para triunfar.
Segunda, no
se puede aspirar a ganar elecciones sin contar a lo menos, con una masa crítica
importante capacitada política e ideológicamente. Sabemos que en la actualidad,
los partidos políticos han perdido mucho su textura ideológica original sobre
todo los que se ubican en la centro-izquierda, debido a los efectos que sobre
ellos han tendido fenómenos como el neoliberalismo y la globalización o la
crisis de la política; pero también es cierto que la política se ha “llenado”
de nuevos contenidos por a la emergencia en los últimos años, de una serie de
actores nuevos, con temas nuevos y prácticas políticas y sociales nuevas.
Esa es una de las
principales razones por las que, el tema ideológico siendo importante, ya no lo
es en el mismo nivel que lo fue en el pasado, lo que no quiere decir, que los partidos
no posean una ideología pues ella representa una especie de “universo
conceptual” sobre la realidad, ese universo puede ser amplio o cerrado,
dogmático o crítico, acertado o errado pero en todo caso, las ideas deben
corresponderse con la realidad para poder contar con el principio de la
validez.
Una formación política elemental debería ser
parte de la cultura de partidos que dicen representar lo nuevo, lo distinto y
por tanto el futuro. La complejidad de la realidad social, ha llevado a que la
lucha política se desarrolle hoy como en ninguna otra época, en el campo de las
ideas y sobre todo, ideas sobre los temas que son los de la cotidianidad. En
otras ocasiones hemos dicho que los problemas sociales no son ideológicos, pero
las respuestas que se dan a ellos sí lo son, no es lo mismo abordar el tema del
Estado por ejemplo, desde una perspectiva neoliberal que ve al Estado como un
estorbo, que desde una óptica donde el
Estado es visto como parte fundamental del desarrollo, no es lo mismo hablar de
las famosas “reglas del juego” desde la perspectiva de quien las impuso para su
propio provecho, que desde la convicción del que desea cambiarlas en beneficio
de la colectividad.
Pero la formación política e
ideológica, no puede ni debe ser restringida a dicotomías del pasado porque se
vuelve inservible, la formación política hoy abarca unos campos tan amplios que
por ello se recurre a especialistas, pero un partido o un político con
pretensiones de cambio social, no puede dejar de saber sobre temas como el
Estado, el gobierno, políticas públicas, la economía y de la sociedad en su
conjunto no solamente por capacidad discursiva, sino, porque eso es lo que la
gente demanda del mundo político y que éste, en su gran mayoría, no cuenta con
esos conocimientos.
La formación política
deviene en una especie de “imperativo categórico” siempre, pero además, cuando
existen procesos políticos y sociales que apuntan a la renovación de la clase
política existente a través el surgimiento de nuevos liderazgos. Ese hecho se
puede apreciar de manera incipiente en la actualidad, ha venido ocurriendo desde
ya hace un tiempo, en otras experiencias políticas recientes de América Latina.
Tercera, se
debe contar con una Plataforma Programática o lo que es lo mismo, una
propuesta. La gente no vota por un detallado plan de gobierno, sucede aquí y en
cualquier parte porque no es eso lo que llama su atención, pero cuando la gente
aspira a un “cambio” y alguien sea un partido o persona le ofrece ese “cambio”,
quiere saber en qué consiste, cómo se hace y cuáles serán los beneficios que
traerá.
Se equivocan
quienes piensen que los pueblos se inclinan por “aventuras” o por
“chifladuras”, sobre todo en Latinoamérica donde predominan las posturas de
“centro” según todas las encuestas de opinión política. Además, la propuesta,
para que pueda tener posibilidades prácticas, requiere que, el partido que la
impulsa cuente con mayorías políticas algo que es muy difícil tener hoy, debido
a composición tan diversa de
las fuerzas que componen los parlamentos o los gobiernos locales.
Ese hecho – no contar con
mayorías políticas- obliga al realismo político, y, éste, aconseja que en ese
caso, es preferible dejar de lado los maximalismos porque sirven de poco y con
el tiempo, la realidad se encarga de demostrarlo y de desinflar las bolsas de
aire caliente.
Del tipo de propuesta
depende mucho el éxito político, se debe recordar algo que es contradictorio y
por ello incontestable: los pueblos son audaces para pedir pero no para votar,
es decir, si se analiza detenidamente todas las aspiraciones de la gente y que
son legítimas, fácilmente se llega a la conclusión que está pidiendo un cambio
social profundo, pero sigue votando conservadoramente o sea, no se arriesga a
un cambio de rumbo aunque sus aspiraciones sean radicales (la radicalidad, no
necesariamente es ideológica una excesiva demanda social, es radical porque
resulta imposible de cumplir).
Por otra parte, la propuesta
debe cumplir algunos requisitos para que resulte atractiva: debe ser novedosa,
sencilla, realista, representada por quienes poseen credibilidad y no por
aquellos que cuentan con un amplio prontuario de viejas y desacreditadas
prácticas políticas como la corrupción, debe ir acompañada de un discurso o
relato con el que la gente se pueda sentir representada e identificada, sin
faltar, una buena dosis de ética republicana aunque escasa, pero la hay.
Por último, también soy
consciente que se podrían agregar otras cosas a las tres que se han dicho como
parte de las condiciones básicas para alcanzar objetivos políticos: una buena
imagen por ejemplo, en todo caso, el que tenga esas tres primeras (salud,
dinero y amor) que le dé gracias a Dios, como dice la canción o sigue los
consejos de Edgar Allan Poe.