¡Qué sería del mundo y de los hombres sin
ustedes!
Desde el domingo pasado, se realiza en Tegucigalpa la “XXI
Conferencia de Partidos Políticos de Centro América y el Caribe”, auspiciada
por el Parlamento Centroamericano (PARLACEN), en cuyo marco se desarrolla a la
vez, el “XII Encuentro Regional de Mujeres de Partidos Políticos de la Región”
dedicado a revisar los resultados y perspectivas de la Cumbre Río+20, o sea, la Conferencia de Naciones Unidas sobre el
Desarrollo Sostenible, que tuvo lugar en Río de Janeiro en junio pasado.
La Cumbre Río +20, deriva su nombre para celebrar 20
años después, la histórica Cumbre de la Tierra, que se llevó a cabo en el mismo
Río de Janeiro en 1992, para hacer frente al cambio climático, la pérdida de la
biodiversidad y la desertificación del planeta. Pues bien, uno de los temas
abordados en el encuentro de mujeres políticas, fue precisamente “El
Empoderamiento Político de las Mujeres en la Región”.
Un tema de suyo interesante, por cuanto, da pie para hacer
memoria, valorar y poner en perspectiva, la lucha de las mujeres por hacer
valer el rol de primer nivel que han jugado históricamente en la sociedad.
Desde que fue creada la política en la Grecia Clásica, estuvo
reservada para los hombres, marginando de ella a las mujeres porque aquella
sociedad, no les reconocía derecho
alguno. Sin embargo, en la misma antigüedad, hubo mujeres que se revelaron
frente a esa sociedad que le asignaba roles secundarios, como fue el caso de Hiparquía, una de las primeras mujeres
filósofas que no aceptó realizar sólo labores domésticas, también está el caso
de Hipatía, que el siglo 400 D.C. llegó
a dirigir la Escuela Platónica de Alejandría o el caso más ilustrativo de Lísistratata, que realiza una huelga
sexual contra los hombres para que pongan fin a la guerra.
La exclusión de la mujer es histórica, pero modernamente, no
fue sino hasta el siglo XX que la exclusión, la desigualdad e injusticia
respecto de la mujer, comienza a revertirse, llegando incluso a considerarse
ese siglo, como “El Siglo de las Mujeres”, que marca el inicio de la lucha de la
mujeres sufragistas a favor de su reconocimiento ciudadano. Eso sucedió en
Europa, Estados Unidos, Latinoamérica y en Centro América.
Se tiene registro histórico de mujeres que han sobresalido en
la lucha por sus derechos, las encontramos en la Revolución Francesa, en la
que, la libertad es representada por una mujer, pero fue a partir del último
cuarto del siglo XIX en Inglaterra y en Estados Unidos, que comienza a tomar
fuerza el movimiento feminista que denuncia las restricciones a que estaban
sometidas las mujeres, y reclaman para sí, los mismos derechos que los hombres
es decir, reclamaban derechos políticos como elegir y ser elegidas.
La revolución Industrial de finales del siglo XIX, que
incorporó al trabajo precario a mujeres y niños en los albores del capitalismo,
sirvió de contexto para que el naciente movimiento socialista en Europa,
incorporara a su visión de igualdad entre las clases sociales, también la
igualdad entre hombres y mujeres. A comienzos del siglo XX, las luchas
reivindicativas de las mujeres, adquieren importancia también en el movimiento
proletario y en 1911, se celebra el primer Día
de la Mujer Trabajadora propiciado por la gran luchadora socialista alemana
Clara Zetkin, quien compartió la lucha por los derechos de las mujeres, con
Rosa Luxemburg; dicho día, posteriormente pasó a celebrarse el 8 de marzo.
Como fruto de aquellas luchas, en Europa se alcanza el
derecho a voto para las mujeres a partir de 1918, como es el caso de
Inglaterra, en Estados Unidos, en 1920. En América Latina, la lucha de las
mujeres tuvo en un comienzo, las mismas reivindicaciones que en otras partes;
el reconocimiento de la ciudadanía para la mujer, que se estableció por primera vez en Ecuador en
1929, seguido de Chile y Uruguay, en 1931.
Treinta años después, el reconocimiento ciudadano para la
mujer en la región, se completa cuando en
1961, Paraguay lo incorpora constitucionalmente. Es importante destacar
que en América Latina, la lucha política de la mujer, se destacó en su
oposición a las dictaduras militares tanto de la “primera ola”, como las que se
instauraron en los años 70s del siglo pasado, en el contexto de la guerra fría.
Existen muchísimos ejemplos
de mujeres extraordinarias en América Latina, no es posible nombrarlas a
todas, no obstante, hay algunas que sobresalen por la época como Flora Tristán
en Perú, las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo en Argentina, Gabriela Mistral
en Chile, Rigoberta Menchú en Guatemala o Visitación Padilla en Honduras.
En la región centroamericana, se tiene memoria de luchas de
mujeres desde finales del siglo XIX, pero es en el siglo XX, cuando esas luchas
culminan con el reconocimiento ciudadano: en Costa Rica, 1949, en Guatemala,
1945 ampliado en 1965, en Nicaragua, 1957, El Salvador, 1950 y en Honduras, las
mujeres logran el derecho al voto, el 25 de enero de 1955, razón por la que en
esa fecha, se celebra el Día de la Mujer Hondureña.
Con posterioridad, las mujeres en Centro América, han tenido
que hacerse espacios en una sociedad marcada por la exclusión no sólo para
ellas, también para los hombres. Se involucraron en las luchas revolucionarias
de varios países en las décadas de los años 70 y 80s, escalaron posiciones de
primer orden en los gobiernos, han alcanzado puestos de elección popular y
algunas, llegaron a la presidencia de la república.
Una vez superada la etapa sufragista, la mujer dirigió la
mirada a temas como la igualdad de oportunidades, que exigía a la vez, la
búsqueda del reconocimiento internacional de esa lucha y la materialización de
sus resultados, en forma de leyes. Así, en 1952, a pocos años de la creación de
la ONU, ésta aprobó la Convención Sobre
los Derechos Políticos de la Mujer, que marca el primer hito a partir del
cual, la mujer comienza a ser reconocida en los organismos internacionales y
posteriormente por los gobiernos.
Luego vinieron las cuatro grande conferencias de Naciones
Unidas sobre la mujer, que colocaron el tema de igualdad entre los géneros en
el centro de las preocupaciones mundiales. Primero fue la preocupación por
codificar los derechos civiles y jurídicos de la mujer, luego con el tiempo, se
notó que las leyes por sí mismas, no bastaban para garantizar los derechos de
las mujeres y fue así como las cuatro grandes conferencias, estaban destinadas
a elaborar estrategias y planes de acción para materializar los derechos de la
mujeres.
La primera Conferencia, realizada en México D.F. en 1975,
coincidió con el Año Internacional de la Mujer, fue convocada para tratar la
condición jurídica y social de la mujer, en dicha conferencia, se aprobó un
plan que daba directrices a la comunidad internacional y a gobiernos, sobre los objetivos a alcanzar en
los siguientes diez años en temas como igualdad plena de género, integración
plena de la mujer al desarrollo y la contribución de la mujer a la paz mundial.
La segunda Conferencia, se realizó en Copenhague, en 1980,
para evaluar el cumplimiento de los compromisos de México 1975, y dar fuerza a
la Convención sobre todas las formas de discriminación contra la mujer que las
Asamblea General de Naciones Unidas había aprobado en 1979. En la Conferencia
de Copenhague, se evidenciaron los incumplimientos por lo que se decidieron
medidas y se fijaron objetivos en áreas como igualdad de acceso a la educación,
oportunidades de empleo y servicios adecuados de salud.
Luego vino la tercera Conferencia Mundial Sobre la Mujer en
Nairobi, en 1985, que marca el nacimiento del movimiento feminista a nivel
mundial. Se examinó el cumplimiento del decenio anterior y se plantearon nuevas
estrategias para superar los obstáculos, medidas que llevaran a la igualdad en
la escala nacional y que, los gobiernos, debían establecer sus propias medidas
en materia de género.
La Cuarta Conferencia
Beijing 5+1, en 1995, marca un punto de inflexión en la lucha por la igualdad de géneros, lo
trascedente de Beijing, fue haber puesto en el centro de la atención de la
mujer, el concepto de género, a partir del cual, para entender el tema había
que evaluar primero la estructura de la sociedad en su conjunto, incluyendo las
instituciones, para poder potenciar el papel de la mujer. En el fondo lo que
estaban diciendo, era que muchos de los obstáculos que encontraban las mujeres
para su desarrollo pleno, estaban en las estructuras de la sociedad
capitalista, y las implicaciones culturales que de ellas se derivan en
detrimento de la mujer.
En ésta Conferencia se aprobó La Declaración y Plataforma de Acción
de Beijing, por medio de la cual, los gobiernos se comprometieron a la
adopción de políticas de género en la planificación y ejecución a nivel
estatal. Esa es la razón por la que, la comunidad internacional cooperante,
comenzó a exigir a los países receptores de la cooperación incluir el
componente de género en sus planes de desarrollo, y de esa menara, el tema de
igualdad de géneros, pasó a ser transversal, como se dice en el lenguaje de las
ONG de corte neoliberal.
No es el propósito de éstas notas, ni sería posible,
referirse a todas las implicaciones y consecuencias positivas que para la mujer
ha traído estos eventos internacionales, me limitaré a mencionar dos: la
primera, la aprobación de Leyes sobre la Igualdad de Oportunidades y la
segunda, la llamada Ley de Cuotas o
de cupos, según el país, encaminadas a asegurar la participación de la mujer en
los procesos políticos, concretamente, en los cargos de elección popular.
Coincidentemente, la aprobación de la Ley de Cuotas en la
región, se da de manera general, luego de la Conferencia de Beijing en la
segunda mitad de los años 90s, aunque algunos países se habían adelantado como es el caso de Argentina, que lo hace en
1991, estableciendo el 30% de las candidaturas de representación popular, para
las mujeres. Posteriormente, 10 países se sumaron a dichas leyes en función de
género, en porcentajes que van desde un 20 hasta el 40% de cupos de las
candidaturas parlamentarias, y últimamente, en algunos casos llega al 50%.
¿Qué efectos positivos ha traído la Ley de Cuotas?, algunos
datos son ilustrativos al respecto: antes de la existencia de estas leyes, el
promedio de la representación parlamentaria en América Latina, apenas llegaba
al 9%, hoy, aproximadamente el 22% de
los escaños parlamentarios están ocupados por mujeres, en Europa es del 27%.
Encuestas de opinión hechas en la región, muestran que un 87% de la población,
considera positivo la existencia de este tipo de leyes, y un 65%, dice que
deben ampliarse.
No obstante todos estos avances, falta mucho por hacer, pues
si bien es cierto que la mujer en las últimas décadas ha alcanzado importantes
cuotas de poder político, siguen existiendo desigualdades en otras áreas como
en el nivel de ingreso, siendo uno de los grandes obstáculos para que la mujer
goce plenamente de sus derechos. Estudios recientes del Banco Interamericano de
Desarrollo (BID) y de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe
(CEPAL), muestran que los hombres ganan en promedio, entre 10 y 17% más que las
mujeres desempeñando el mismo trabajo, el porcentaje se eleva hasta un 28%,
cuando se trata de minorías éticas, esto es lo que se denomina, la brecha salarial.
Por otra parte, como ya se ha dicho, las mujeres en
Centroamérica, han tenido que transitar por un duro camino hacia su
emancipación dentro de un sistema, que también oprime y explota a hombres y
mujeres por igual, por eso, cuando en los años 70s del siglo pasado se habló de
liberación femenina, también se debió
preguntar por la liberación del hombre.
Por último, en mi criterio, hoy la lucha de las mujeres debe
encaminarse a tareas como el fortalecimiento de su ciudadanía a través de una
mayor participación política, a la ampliación de sus derechos reproductivos y
sexuales, a la erradicación de la violencia contra ellas, por mejores
salarios, por fortalecer sus organizaciones
y por más derechos. No se trata de feminizar el poder, sino, de transformarlo
para democratizarlo, porque ¿después de la Ley de Cuotas qué?, ¡mujeres tienen
la palabra, y los hombres también!